El boom de las redes sociales
Hace unos años hizo que los 'expertos' saliesen en masa de debajo de las piedras
Hace unos años, cuando la crisis estaba en lo más álgido y el periodismo
no estaba en su mejor momento en lo que a búsqueda de empleo tocaba, no
era nada exótico que alguna persona 'bienintencionada' le descubriese la
pólvora al periodista en paro que buscaba ocupación. "¿Y no has pensado
en hacerte community manager?" le decían, antes de empezar a soltar un largo
discurso sobre cómo esa era la profesión del futuro y cómo era la
especialización en la que había que trabajar. Los periodistas que aún
tenían trabajo escuchaban las historias de sus amigos que no lo tenían
y que se quejaban de como todo el mundo parecía haberse convertido en
un experto en tendencias del mercado de trabajo y como parecía haber
encontrado la llave del éxito futuro en las redes sociales. Era un constante
de 'hazte lo que sea en redes sociales'.
Pero, por supuesto, para que todos esos recién nacidos expertos en el mercado
de trabajo apostasen por esa profesión, antes se tenía que haber creado el
entorno propicio para ello. Es difícil recordar cuándo se puso de moda,
pero posiblemente fue en el momento justo anterior de la crisis. La crisis
solo fue el acelerante para que la idea de dedicarse a eso se convirtiese en el nuevo El Dorado.
Lo de ser community manager o lo de ser social media manager se había
convertido en la profesión del mañana porque las redes sociales se habían
convertido entonces en lo que todas las empresas necesitaban y querían.
Eran todavía los años dorados de las redes sociales en las que el éxito se
conseguía con el alcance orgánico, lo que hacía que las marcas y las
compañías viesen en aquello un filón. En los congresos de 'cosas digitales'
siempre había una ponencia explicando el poder de las redes sociales y
cómo estaban ahí, a la vuelta de la esquina y esperando a ser cosechadas.
Por supuesto, todo era nuevo y todo era algo en lo que había que aprender.
Las empresas necesitaban hacerse con ello y para ello necesitaban a quien
les hiciesen funcionar en ese entorno.
El sobrino del jefe y el gurú de humo
Y en este escenario se produjeron varias realidades. Por un lado, aparecieron
profesionales que se formaron y que muchas veces aprendieron por prueba-error
en lo que a redes sociales se refiere. Se podría decir que eran un poco el
formato de profesional legítimo, el embrión de los expertos en redes sociales
de hoy en día. Eran quienes realmente estaban viendo de qué iba todo aquello
y aprendiendo a manejarlo.
Por otro lado, apareció el fenómeno 'el sobrino del jefe'. Las empresas,
cegadas por la idea del todo gratis (y mucho más reticentes a pagar en medio
de la crisis económica cuando esta estalló), echaron mano de cualquiera que
hubiese hecho algo en redes sociales y que saliese a cuenta. Era el momento en
el que las redes sociales se dejaban en manos del becario, porque es un
'jovencito que sabe de esto' (resumen: sale muy barato y es la única persona
de la plantilla que tiene una cuenta en Facebook) o de aquel que no sabía nada
de comunicación y marketing pero que tenía un perfil en redes sociales (el sobrino del jefe).
Y este último perfil es el que está ligado a un fenómeno que tuvo su momento
del esplendor en aquellos años. Fue el momento en el que los social media managers
y los community managers brotaban hasta debajo de las piedras. Era casi como en uno
de esos cuentos de hadas en los que una maldición de una bruja hace que empiecen
a brotar cosas casi sin fin. Se mirase donde se mirase había expertos y más
expertos en social media marketing.
Esos expertos en redes sociales eran el espejo en el que se miraban cuando a
alguien le recomendaba que se hiciese experto en redes sociales, aunque en
realidad estos gurús estaban más bien hechos de humo.
Cómo se fabrica un experto
En realidad, el modus operandi de todos estos expertos que brotaban de pronto
como setas era bastante similar. Muchos de ellos llegaban desde casi cualquier
lugar, sin ninguna o escasa formación en marketing o comunicación (como si las
redes sociales no fuesen parte de esa estrategia). Solo había que adornar el
discurso con un par de palabras en inglés ligadas a las redes sociales (o a lo
que los artículos de medios de EEUU explicaban), autoproclamarse experto y hacer
posiblemente alguno de los cursos que se ofrecían de forma masiva, aunque no
siempre de un modo que fuese realmente atractivo.
Muchos eran caros y aun así tenían temarios simplistas y básicos (algo que ya
criticaba en un post en 2011 Gaby Castellanos), aunque al menos estaban dirigidos
a un entorno más o menos formado en este terreno (como podían ser profesionales
de marketing o de comunicación). Otros eran simplemente un reclamo que echaba
mano de la moda de las redes sociales sin casi ningún tipo de criterio. Era - no
lo olvidemos - la época en la que uno se podía comprar un curso de community
manager de oferta en sites como Groupon. (Y quizás no hay que olvidar que uno
de los episodios finales fue aquella polémica sobre el supuesto fraude en
cursos de community manager).
Todo este clima acabó creando una especie de boom de los expertos. Mirase donde
se mirase parecía encontrarse a un experto casi nacido de la noche a la mañana
en redes sociales.
Y sí, el tiempo pone a todo el mundo en su lugar
Los puestos de trabajo en redes sociales siguen apareciendo en las páginas
de búsqueda de empleo y los social media manager y los community managers
siguen existiendo. Lo que ha cambiado ha sido el espacio en el que estos
se mueven.
Aquí se ha acabado cumpliendo el refranero popular y eso que dice que el
tiempo pone en su lugar. Los expertos en redes sociales nacidos de pronto
(y basados al final en humo) acabaron desapareciendo tan rápido como habían
aparecido. Los que han sobrevivido en aquella fiebre del oro de las redes
sociales de hace unos años han sido, al final, quienes sí sabían de lo que